jueves, 28 de junio de 2007

“Los instrumentos no hay que tocarlos, hay que amarlos”

Ricardo Arancibia, “El Fantasista musical”:

“Los instrumentos no hay que tocarlos, hay que amarlos”

El violín, la guitarra, la trompeta, y la mandolina -entre otros- han sido eternos compañeros en triunfos, y también en derrotas. Pero confiado, planea compartir una vez más la gloria con ellos, mientras luchan palmo a palmo para ganar ¿Cuánto Vale el show? (Chilevisión)

Por Pedro Martínez Muñoz

8 de enero de 1935. En Memphis, Tennessee nacía el Rey del Rock & Roll, Elvis Presley. A miles de kilómetros de distancia, en el Callejón Bandera, del cerro Polanco en Valparaíso, llegaba al mundo Ricardo Arancibia Del Canto (curioso segundo apellido para un músico).

Fuera de compartir la fecha de nacimiento y la pasión por la música, estos hombres no tienen mucho en común. El Rey sería una estrella mundial; a los 72 años, Ricardo Arancibia no lo es, pero sí es un virtuoso artista capaz de tocar más de 10 instrumentos en escena, y que “ama la música más que a todo”

A los 3 años ya estaba en un escenario: el que su padre había montado en la Casa de América, un lugar de entretención del Valparaíso de los años ’30. Allí el papá –concesionario del local- creó una compañía de comedias junto a sus 9 hijos, a quiénes llamó Los Nuevos Clarines. Ahí Ricardito –como le decían por ser el menor- se robaba la película con su show de “El Gran Tavín”, un número de comedia que finalizaba con las colchas y frazadas de doña Rosa (La mamá de los Clarines), como telón que cerraban la función.

Después de ser la estrella, este incipiente artista se asombraba con el talento de la orquesta que tocaba en la Casa de América. Carlos Gómez –el director- le presentó al violín. Hoy, tras años de tocarlo, Ricardo Arancibia dice que este instrumento es “la continuación de sus brazos”.

Este primer acercamiento con esa extremidad musical, motivó a su padre a inscribirlo en el Conservatorio de Música de Viña del Mar, a los 8 años (previamente el Viejito Pascuero le había traído un violín de regalo). “Estuve 5 o 6 años en el Conservatorio. Como a los 13 años hice una innovación de mi música, con un trío que se llamaba Los Latinos: junto dos amigos Juan Figueroa y Ricardo Jara, más guitarra y violín”.

Las iniciativas musicales eran constantes, pero no duraderas. Después de Los Latinos vinieron Los estudiantes porteños. Cuando le picó el bichito del tango, surgieron los Arancibia 10. En este grupo perfecciona su técnica de violín, y comienza a imitar el estilo de Enrique Francini, para muchos, el más grande violinista del tango argentino.

Un gran cambio se produce a los 18 años: Se casa con Guacolda (la Guayi, su primera esposa) y nace su hijo, Ricardo. Desde ese momento, su hobby se transformó en trabajo, porque el deber como padre lo exigía. “Tuve que inventar el show que yo hago ahora. Empecé con la guitarra y el violín, agregué la trompeta, y la tocaba 3 minutos seguidos sin cortar la nota. Era para hacer show; show significa mostrar en inglés, y yo mostraba las cosas que se me ocurrían”.


Chile como te extraño, patria querida

Así rezan los versos de la cueca 18 Sin Ti, con la que se presentó a la Competencia Folklórica del Festival de Viña de 1968. La inspiración para esta melodía vino de la larga estadía que Arancibia había tenido (y siguió teniendo) en el extranjero.

A fines de los años ’50, con una familia a cuestas, y con las ansias de encontrar un éxito mayor, parte a México. Allí representó a Chile en el Festival de Puebla (no recuerda en que año). Lo anecdótico está en que no quería hacerlo, ya que el año anterior Claudio Arrau había sido el abanderado chileno, y él se consideraba un amateur frente al gran pianista chileno.

Similar situación vivió en Tasco, ciudad ubicada en el país azteca, en el estado de Querétaro. A un asado con amigos chilenos, llegó el español Joaquín Rodrigo, autor del famoso Concierto de Aranjuez. Ahí lo instaron a interpretar en guitarra la obra, a lo que Arancibia tímidamente aceptó. “Muy bien, muy bien” le dijo el maestro Rodrigo después de escucharlo. El músico chileno estaba impresionado.

Las extranjeras aventuras de el “fantasista musical” –como le gusta que le digan- se completan con recaladas en Inglaterra, en dónde actuó en la BBC 2 veces y en el Swowboat, conocido restaurant flotante que navega por las aguas del río Támesis. Asimismo, recorrió Italia y España. En la península Ibérica conocería a su segunda esposa, Hilda María.

Es debido a su cosmopolita vida, que 18 Sin Ti significa tanto para él. “Es una composición que la entienden y la lloran todos los que están en el extranjero. Habla de la cordillera, de la nostalgia, de lo de siempre, es muy bonita. Pero para los que están acá, no es lo mismo“.

Pero el tímido recibimiento de su tema en Chile, no lo desanimó, porque la máxima pasión de Ricardo Arancibia es y siempre ha sido la música. “Los instrumentos no hay que tocarlos, hay que amarlos”, dice con emoción y poesía- un arte que también lo fascina. Su veta de trovador continúa y desde el corazón declara su amor a la compañera de 6 cuerdas: “La guitarra (es uno de mis instrumentos favoritos) porque es la íntima: es la señora, es la amante, es la hermana, es la amiga, es todo. Con ella compongo, converso. La acaricio como si fuera una mujer, es la parte esotérica, femenina, de la verdadera libertad.”


El show debe continuar

El lado romanticón de Ricardo Arancibia no lo es todo, ya que pese a no ser humorista, quiere hacer reír ahora. Su música, entre folklore, boleros y cantejondo español, provoca lágrimas. Pero incansable, siempre anda buscando hacer cosas nuevas; asegura que debe seguir desarrollando genialidades. “Esto último que me ha pasado (¿Cuánto vale el Show?) ha sido como comenzar de nuevo.”

Este tema le produce sentimientos encontrados a Arancibia. Y no deja de ser extraño, ya que hace 15 años estuvo como artista invitado en ese mismo programa. Pero entiende las vueltas de la vida, y está conforme con su rol de participante. Sin embargo, esto ha significado que le sea muy difícil controlar su ego.

“Toqué con la Sinfónica de Inglaterra, con el Ballet Nacional de España, con Los Chalchaleros. Fui jurado Internacional del Festival de la Canción el ’84. Eso lo envanece a uno, pero el tiempo le enseña a uno que sólo sé que nada sé. He aprendido que el pasado es pasado y que el futuro se resuelve a sí mismo. Lo que vale es el aquí y el ahora. “

Con esta premisa, se vistió de humildad y fue a Chilevisión. Ahora, que ya pasó la primera ronda, avalado por una buena evaluación del esquivo Ítalo Passalacqua, está compitiendo para ganar el departamento, el premio del programa.


Gracias a los años y la experiencia que brinda la vida artística, Arancibia reflexiona: “El lado interior es más importante. Ese cosmos que camina conmigo dice Atahualpa (Yupanqui, músico argentino). He pasado hambre, grandes éxitos, pero todo pasa. Así es la vida del músico y hay que seguirla viviendo.”

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