Una testigo privilegiada de la vida de Los Jaivas
Carmen Parra: Una Jaiva más
La hermana menor de Eduardo, Claudio y Gabriel nació, creció y ha estado presente en toda la carrera artística del grupo viñamarino. Como iluminadora, arreglista o tejedora, siempre ayudó para que los muchachos hicieran su música. Con sinceridad a toda prueba, cuenta sus secretos y su experiencia con uno de los más grandes grupos musicales chilenos.
Por Pedro Martínez Muñoz
19:30 horas. Voy por el llamado Camino El Alto – que conecta Concon con Reñaca- en busca de una cabaña estilo playero, en donde Carmen Parra vive. Pasan los minutos y no hay señales de vida, hasta que a lo lejos, una mujer alta, de largo pelo negro y muy crespo, me hace señas desde la vereda del frente.
Nunca la había visto, pero asumí que era ella: su cara, su altura y su cabello ondulado la delataban como una Parra. Un saludo afectuoso y las bromas por andar perdido se hicieron presentes desde la vereda hasta la casa, una típica cabaña de veraneo, con olor a incienso y con artesanías de todas partes del mundo, que delata que su dueña es una hippie buena onda.
Carmen Parra Pizarro nació en 1948, siendo la única hija de Hilda Pizarro y Héctor Parra. Como más encima era la más chica, la mamá la sobreprotegía mucho, sobre todo cuando se encontraba a merced de sus desordenados hermanos, quienes constantemente – e incitados por el papá- inventaban juegos, circos e instrumentos musicales.
Junto a la vertiginosa vida que se vivía en los patios de la casona familiar de calle Montaña #856, en el salón familiar, las lecciones de piano eran obligatorias para los 4 hermanos. Como era tradición en la época, los niños debían recibir clases, que a los Parra les fascinaban.
Cuando ya fue tiempo de ir a estudiar, a la Carmencita –como le decía la familia- la matricularon en el Liceo de Niñas de Viña del Mar, en dónde empezó a mostrar sus dotes artísticos que incluían la danza y la actuación, que a la postre estudiaría. Paralelo a eso, veía como sus hermanos llevaban 2 amigos con los que jugaban, tocaban instrumentos, y creaban canciones. Los 2 serían muy importantes en su vida: Eduardo “Gato” Alquinta y Mario Mutis.
Gato llegó a la vida de la familia Parra en 1957, cuado tenía 12 años y Carmen 9. Corría para llegar a la siempre lúdica casona. Carmen y Eduardo se hicieron muy amigos, porque las tímidas y sensibles personalidades de los 2 calzaban perfectamente. De hecho, se hicieron más cercanos de lo que muchos imaginaban. “Esto casi nadie lo sabe, pero él fue mi primer pololo, éramos chiquititos. Y yo también fui su primera polola.”.
Después de la ruptura sentimental, los muchachos siguieron acercándose a la música, y por ende, Carmen también. Como era toda una experta, los acompañaba tocando cualquier instrumento que estuviera a la mano. En esa época, ya estaba hecha una señorita con una figura que sacaba suspiros, según cuenta Bernardita, la indiscreta amiga que llega durante la entrevista.
En ese mismo tiempo se cambian de casa a la calle Viana, en pleno centro viñamarino. Ese lugar sería trascendental para ella, para sus hermanos y en general, para la música chilena. En el sótano de esa vieja casona, en 1963, nacerían los High- Bass, los antepasados al grupo musical que todos conoceríamos como Los Jaivas.
Mira Carmencita, te voy a llevar a ver la luna…
Después de tomar una taza de té con galletas integrales e incorporar de lleno a Bernardita a la conversación, la entrevista continúa. Siempre en un tono alegre y recordando detalle a detalle su vida junto a la música de sus hermanos, y la evolución que comenzaron a tener a fines de los ’60.
Instalados en Viana, todo fue cambiando. Carmen disfrutaba de las interminables sesiones de música que se armaban en su casa, y que cada vez tenían un carácter más serio. Carmen, por ejemplo, llevaba a sus curiosas compañeras del Liceo de Niñas. Era tal el éxito del lugar, que fiestas de graduación continuaban la celebración ahí. De hecho una vez que Carmen egresó del colegio en 1967, entró a estudiar Actuación en la escuela de Teatro de la sede porteña de la Universidad de Chile, y el mechoneo se realizó allí
Todo lo que vino después fue muy vertiginoso. Los shows en Viña, la partida a Santiago, y los primeros discos de Los Jaivas. Cuando íbamos a hablar de la partida al extranjero, suena el celular de Carmen Parra y contesta. Bernardita aprovecha esos segundos de confidencialidad y me cuenta que “Mira Niñita”, Gato Alquinta la había creado para Carmen. Un misterio resuelto. Al volver le pregunto y me dice que sí. “Así me dijo una vez, que había pensado en mí, en la niñita con la que había crecido”. Emocionada, me sigue contando sus travesías.
En 1971, Carmen se enamora de otro jaiva y se une a él: el bajista Mario Mutis. Si ya estaba más que ligada al grupo, esto ya la terminaba de convertir en una importante integrante del grupo. En 1972, nace su primer hijo, Camilo, con el que viaja siendo un bebé a Argentina, cuando Los Jaivas deciden partir por opción, tras el golpe militar.
Ya en el trasandino y pintoresco pueblo de Zárate, las cosas empiezan a ponerse difíciles. Además de las apreturas económicas, Carmen notaba que su hijo no se comunicaba como el resto de los niños de 2 años. Volvieron a Chile y le detectaron autismo.”Fue muy difícil, porque nadie sabía bien lo que tenía, y menos nos daban un tratamiento”.
Su relación con Mario Mutis empezó a quebrarse, porque él deseba perseguir su sueño musical y ella cuidar a su hijo. Aún así, nacieron 2 hijas más, América y Esperanza. Pero el quiebre definitivo vino en 1979. Mario volvió al grupo, y Carmen se vio obligada a volver a Chile desde Francia, en donde se encontraban radicados. “(A Los Jaivas) como papás, a todos les pondría bien bajita nota. Eran bien abandonadores de chiquillos.”
La lucha que emprendió por sacar delante a su hijo incluyó múltiples visitas doctores, e incluso, hipnotizadores. Actualmente es el único que vive con ella, su compañero en las buenas y en las malas. Sus hijas viven en Santiago y cada cierto tiempo la vienen a ver, con los nietos que perturban la tranquilidad de su casa con vista al mar.
Son millones de recuerdos. Anécdotas como cuando ayudaba a los iluminadores de los shows del grupo, porque no había plata para contratar profesionales. O cuando se organizaron con las esposas de los otros jaivas para tejer ponchos y chamantos y vendérselos a los franceses, que en los ’70, estaban muy enganchados con la onda americanista.
Al relatar la historia de Los Jaivas Carmen Parra siempre habla de nosotros. Y es que nadie estuvo en más ensayos, escenarios, penas, amores y alegrías que ella. Por todo eso, ella realmente es una jaiva más.
sábado, 30 de junio de 2007
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