Una testigo privilegiada de la vida de Los Jaivas
Carmen Parra: Una Jaiva más
La hermana menor de Eduardo, Claudio y Gabriel nació, creció y ha estado presente en toda la carrera artística del grupo viñamarino. Como iluminadora, arreglista o tejedora, siempre ayudó para que los muchachos hicieran su música. Con sinceridad a toda prueba, cuenta sus secretos y su experiencia con uno de los más grandes grupos musicales chilenos.
Por Pedro Martínez Muñoz
19:30 horas. Voy por el llamado Camino El Alto – que conecta Concon con Reñaca- en busca de una cabaña estilo playero, en donde Carmen Parra vive. Pasan los minutos y no hay señales de vida, hasta que a lo lejos, una mujer alta, de largo pelo negro y muy crespo, me hace señas desde la vereda del frente.
Nunca la había visto, pero asumí que era ella: su cara, su altura y su cabello ondulado la delataban como una Parra. Un saludo afectuoso y las bromas por andar perdido se hicieron presentes desde la vereda hasta la casa, una típica cabaña de veraneo, con olor a incienso y con artesanías de todas partes del mundo, que delata que su dueña es una hippie buena onda.
Carmen Parra Pizarro nació en 1948, siendo la única hija de Hilda Pizarro y Héctor Parra. Como más encima era la más chica, la mamá la sobreprotegía mucho, sobre todo cuando se encontraba a merced de sus desordenados hermanos, quienes constantemente – e incitados por el papá- inventaban juegos, circos e instrumentos musicales.
Junto a la vertiginosa vida que se vivía en los patios de la casona familiar de calle Montaña #856, en el salón familiar, las lecciones de piano eran obligatorias para los 4 hermanos. Como era tradición en la época, los niños debían recibir clases, que a los Parra les fascinaban.
Cuando ya fue tiempo de ir a estudiar, a la Carmencita –como le decía la familia- la matricularon en el Liceo de Niñas de Viña del Mar, en dónde empezó a mostrar sus dotes artísticos que incluían la danza y la actuación, que a la postre estudiaría. Paralelo a eso, veía como sus hermanos llevaban 2 amigos con los que jugaban, tocaban instrumentos, y creaban canciones. Los 2 serían muy importantes en su vida: Eduardo “Gato” Alquinta y Mario Mutis.
Gato llegó a la vida de la familia Parra en 1957, cuado tenía 12 años y Carmen 9. Corría para llegar a la siempre lúdica casona. Carmen y Eduardo se hicieron muy amigos, porque las tímidas y sensibles personalidades de los 2 calzaban perfectamente. De hecho, se hicieron más cercanos de lo que muchos imaginaban. “Esto casi nadie lo sabe, pero él fue mi primer pololo, éramos chiquititos. Y yo también fui su primera polola.”.
Después de la ruptura sentimental, los muchachos siguieron acercándose a la música, y por ende, Carmen también. Como era toda una experta, los acompañaba tocando cualquier instrumento que estuviera a la mano. En esa época, ya estaba hecha una señorita con una figura que sacaba suspiros, según cuenta Bernardita, la indiscreta amiga que llega durante la entrevista.
En ese mismo tiempo se cambian de casa a la calle Viana, en pleno centro viñamarino. Ese lugar sería trascendental para ella, para sus hermanos y en general, para la música chilena. En el sótano de esa vieja casona, en 1963, nacerían los High- Bass, los antepasados al grupo musical que todos conoceríamos como Los Jaivas.
Mira Carmencita, te voy a llevar a ver la luna…
Después de tomar una taza de té con galletas integrales e incorporar de lleno a Bernardita a la conversación, la entrevista continúa. Siempre en un tono alegre y recordando detalle a detalle su vida junto a la música de sus hermanos, y la evolución que comenzaron a tener a fines de los ’60.
Instalados en Viana, todo fue cambiando. Carmen disfrutaba de las interminables sesiones de música que se armaban en su casa, y que cada vez tenían un carácter más serio. Carmen, por ejemplo, llevaba a sus curiosas compañeras del Liceo de Niñas. Era tal el éxito del lugar, que fiestas de graduación continuaban la celebración ahí. De hecho una vez que Carmen egresó del colegio en 1967, entró a estudiar Actuación en la escuela de Teatro de la sede porteña de la Universidad de Chile, y el mechoneo se realizó allí
Todo lo que vino después fue muy vertiginoso. Los shows en Viña, la partida a Santiago, y los primeros discos de Los Jaivas. Cuando íbamos a hablar de la partida al extranjero, suena el celular de Carmen Parra y contesta. Bernardita aprovecha esos segundos de confidencialidad y me cuenta que “Mira Niñita”, Gato Alquinta la había creado para Carmen. Un misterio resuelto. Al volver le pregunto y me dice que sí. “Así me dijo una vez, que había pensado en mí, en la niñita con la que había crecido”. Emocionada, me sigue contando sus travesías.
En 1971, Carmen se enamora de otro jaiva y se une a él: el bajista Mario Mutis. Si ya estaba más que ligada al grupo, esto ya la terminaba de convertir en una importante integrante del grupo. En 1972, nace su primer hijo, Camilo, con el que viaja siendo un bebé a Argentina, cuando Los Jaivas deciden partir por opción, tras el golpe militar.
Ya en el trasandino y pintoresco pueblo de Zárate, las cosas empiezan a ponerse difíciles. Además de las apreturas económicas, Carmen notaba que su hijo no se comunicaba como el resto de los niños de 2 años. Volvieron a Chile y le detectaron autismo.”Fue muy difícil, porque nadie sabía bien lo que tenía, y menos nos daban un tratamiento”.
Su relación con Mario Mutis empezó a quebrarse, porque él deseba perseguir su sueño musical y ella cuidar a su hijo. Aún así, nacieron 2 hijas más, América y Esperanza. Pero el quiebre definitivo vino en 1979. Mario volvió al grupo, y Carmen se vio obligada a volver a Chile desde Francia, en donde se encontraban radicados. “(A Los Jaivas) como papás, a todos les pondría bien bajita nota. Eran bien abandonadores de chiquillos.”
La lucha que emprendió por sacar delante a su hijo incluyó múltiples visitas doctores, e incluso, hipnotizadores. Actualmente es el único que vive con ella, su compañero en las buenas y en las malas. Sus hijas viven en Santiago y cada cierto tiempo la vienen a ver, con los nietos que perturban la tranquilidad de su casa con vista al mar.
Son millones de recuerdos. Anécdotas como cuando ayudaba a los iluminadores de los shows del grupo, porque no había plata para contratar profesionales. O cuando se organizaron con las esposas de los otros jaivas para tejer ponchos y chamantos y vendérselos a los franceses, que en los ’70, estaban muy enganchados con la onda americanista.
Al relatar la historia de Los Jaivas Carmen Parra siempre habla de nosotros. Y es que nadie estuvo en más ensayos, escenarios, penas, amores y alegrías que ella. Por todo eso, ella realmente es una jaiva más.
sábado, 30 de junio de 2007
jueves, 28 de junio de 2007
“Los instrumentos no hay que tocarlos, hay que amarlos”
Ricardo Arancibia, “El Fantasista musical”:
“Los instrumentos no hay que tocarlos, hay que amarlos”
El violín, la guitarra, la trompeta, y la mandolina -entre otros- han sido eternos compañeros en triunfos, y también en derrotas. Pero confiado, planea compartir una vez más la gloria con ellos, mientras luchan palmo a palmo para ganar ¿Cuánto Vale el show? (Chilevisión)
“Los instrumentos no hay que tocarlos, hay que amarlos”
El violín, la guitarra, la trompeta, y la mandolina -entre otros- han sido eternos compañeros en triunfos, y también en derrotas. Pero confiado, planea compartir una vez más la gloria con ellos, mientras luchan palmo a palmo para ganar ¿Cuánto Vale el show? (Chilevisión)
Por Pedro Martínez Muñoz
8 de enero de 1935. En Memphis, Tennessee nacía el Rey del Rock & Roll, Elvis Presley. A miles de kilómetros de distancia, en el Callejón Bandera, del cerro Polanco en Valparaíso, llegaba al mundo Ricardo Arancibia Del Canto (curioso segundo apellido para un músico).
Fuera de compartir la fecha de nacimiento y la pasión por la música, estos hombres no tienen mucho en común. El Rey sería una estrella mundial; a los 72 años, Ricardo Arancibia no lo es, pero sí es un virtuoso artista capaz de tocar más de 10 instrumentos en escena, y que “ama la música más que a todo”
A los 3 años ya estaba en un escenario: el que su padre había montado en la Casa de América, un lugar de entretención del Valparaíso de los años ’30. Allí el papá –concesionario del local- creó una compañía de comedias junto a sus 9 hijos, a quiénes llamó Los Nuevos Clarines. Ahí Ricardito –como le decían por ser el menor- se robaba la película con su show de “El Gran Tavín”, un número de comedia que finalizaba con las colchas y frazadas de doña Rosa (La mamá de los Clarines), como telón que cerraban la función.
Después de ser la estrella, este incipiente artista se asombraba con el talento de la orquesta que tocaba en la Casa de América. Carlos Gómez –el director- le presentó al violín. Hoy, tras años de tocarlo, Ricardo Arancibia dice que este instrumento es “la continuación de sus brazos”.
Este primer acercamiento con esa extremidad musical, motivó a su padre a inscribirlo en el Conservatorio de Música de Viña del Mar, a los 8 años (previamente el Viejito Pascuero le había traído un violín de regalo). “Estuve 5 o 6 años en el Conservatorio. Como a los 13 años hice una innovación de mi música, con un trío que se llamaba Los Latinos: junto dos amigos Juan Figueroa y Ricardo Jara, más guitarra y violín”.
Las iniciativas musicales eran constantes, pero no duraderas. Después de Los Latinos vinieron Los estudiantes porteños. Cuando le picó el bichito del tango, surgieron los Arancibia 10. En este grupo perfecciona su técnica de violín, y comienza a imitar el estilo de Enrique Francini, para muchos, el más grande violinista del tango argentino.
Un gran cambio se produce a los 18 años: Se casa con Guacolda (la Guayi, su primera esposa) y nace su hijo, Ricardo. Desde ese momento, su hobby se transformó en trabajo, porque el deber como padre lo exigía. “Tuve que inventar el show que yo hago ahora. Empecé con la guitarra y el violín, agregué la trompeta, y la tocaba 3 minutos seguidos sin cortar la nota. Era para hacer show; show significa mostrar en inglés, y yo mostraba las cosas que se me ocurrían”.
Chile como te extraño, patria querida
Así rezan los versos de la cueca 18 Sin Ti, con la que se presentó a la Competencia Folklórica del Festival de Viña de 1968. La inspiración para esta melodía vino de la larga estadía que Arancibia había tenido (y siguió teniendo) en el extranjero.
A fines de los años ’50, con una familia a cuestas, y con las ansias de encontrar un éxito mayor, parte a México. Allí representó a Chile en el Festival de Puebla (no recuerda en que año). Lo anecdótico está en que no quería hacerlo, ya que el año anterior Claudio Arrau había sido el abanderado chileno, y él se consideraba un amateur frente al gran pianista chileno.
Similar situación vivió en Tasco, ciudad ubicada en el país azteca, en el estado de Querétaro. A un asado con amigos chilenos, llegó el español Joaquín Rodrigo, autor del famoso Concierto de Aranjuez. Ahí lo instaron a interpretar en guitarra la obra, a lo que Arancibia tímidamente aceptó. “Muy bien, muy bien” le dijo el maestro Rodrigo después de escucharlo. El músico chileno estaba impresionado.
Las extranjeras aventuras de el “fantasista musical” –como le gusta que le digan- se completan con recaladas en Inglaterra, en dónde actuó en la BBC 2 veces y en el Swowboat, conocido restaurant flotante que navega por las aguas del río Támesis. Asimismo, recorrió Italia y España. En la península Ibérica conocería a su segunda esposa, Hilda María.
Es debido a su cosmopolita vida, que 18 Sin Ti significa tanto para él. “Es una composición que la entienden y la lloran todos los que están en el extranjero. Habla de la cordillera, de la nostalgia, de lo de siempre, es muy bonita. Pero para los que están acá, no es lo mismo“.
Pero el tímido recibimiento de su tema en Chile, no lo desanimó, porque la máxima pasión de Ricardo Arancibia es y siempre ha sido la música. “Los instrumentos no hay que tocarlos, hay que amarlos”, dice con emoción y poesía- un arte que también lo fascina. Su veta de trovador continúa y desde el corazón declara su amor a la compañera de 6 cuerdas: “La guitarra (es uno de mis instrumentos favoritos) porque es la íntima: es la señora, es la amante, es la hermana, es la amiga, es todo. Con ella compongo, converso. La acaricio como si fuera una mujer, es la parte esotérica, femenina, de la verdadera libertad.”
Fuera de compartir la fecha de nacimiento y la pasión por la música, estos hombres no tienen mucho en común. El Rey sería una estrella mundial; a los 72 años, Ricardo Arancibia no lo es, pero sí es un virtuoso artista capaz de tocar más de 10 instrumentos en escena, y que “ama la música más que a todo”
A los 3 años ya estaba en un escenario: el que su padre había montado en la Casa de América, un lugar de entretención del Valparaíso de los años ’30. Allí el papá –concesionario del local- creó una compañía de comedias junto a sus 9 hijos, a quiénes llamó Los Nuevos Clarines. Ahí Ricardito –como le decían por ser el menor- se robaba la película con su show de “El Gran Tavín”, un número de comedia que finalizaba con las colchas y frazadas de doña Rosa (La mamá de los Clarines), como telón que cerraban la función.
Después de ser la estrella, este incipiente artista se asombraba con el talento de la orquesta que tocaba en la Casa de América. Carlos Gómez –el director- le presentó al violín. Hoy, tras años de tocarlo, Ricardo Arancibia dice que este instrumento es “la continuación de sus brazos”.
Este primer acercamiento con esa extremidad musical, motivó a su padre a inscribirlo en el Conservatorio de Música de Viña del Mar, a los 8 años (previamente el Viejito Pascuero le había traído un violín de regalo). “Estuve 5 o 6 años en el Conservatorio. Como a los 13 años hice una innovación de mi música, con un trío que se llamaba Los Latinos: junto dos amigos Juan Figueroa y Ricardo Jara, más guitarra y violín”.
Las iniciativas musicales eran constantes, pero no duraderas. Después de Los Latinos vinieron Los estudiantes porteños. Cuando le picó el bichito del tango, surgieron los Arancibia 10. En este grupo perfecciona su técnica de violín, y comienza a imitar el estilo de Enrique Francini, para muchos, el más grande violinista del tango argentino.
Un gran cambio se produce a los 18 años: Se casa con Guacolda (la Guayi, su primera esposa) y nace su hijo, Ricardo. Desde ese momento, su hobby se transformó en trabajo, porque el deber como padre lo exigía. “Tuve que inventar el show que yo hago ahora. Empecé con la guitarra y el violín, agregué la trompeta, y la tocaba 3 minutos seguidos sin cortar la nota. Era para hacer show; show significa mostrar en inglés, y yo mostraba las cosas que se me ocurrían”.
Chile como te extraño, patria querida
Así rezan los versos de la cueca 18 Sin Ti, con la que se presentó a la Competencia Folklórica del Festival de Viña de 1968. La inspiración para esta melodía vino de la larga estadía que Arancibia había tenido (y siguió teniendo) en el extranjero.
A fines de los años ’50, con una familia a cuestas, y con las ansias de encontrar un éxito mayor, parte a México. Allí representó a Chile en el Festival de Puebla (no recuerda en que año). Lo anecdótico está en que no quería hacerlo, ya que el año anterior Claudio Arrau había sido el abanderado chileno, y él se consideraba un amateur frente al gran pianista chileno.
Similar situación vivió en Tasco, ciudad ubicada en el país azteca, en el estado de Querétaro. A un asado con amigos chilenos, llegó el español Joaquín Rodrigo, autor del famoso Concierto de Aranjuez. Ahí lo instaron a interpretar en guitarra la obra, a lo que Arancibia tímidamente aceptó. “Muy bien, muy bien” le dijo el maestro Rodrigo después de escucharlo. El músico chileno estaba impresionado.
Las extranjeras aventuras de el “fantasista musical” –como le gusta que le digan- se completan con recaladas en Inglaterra, en dónde actuó en la BBC 2 veces y en el Swowboat, conocido restaurant flotante que navega por las aguas del río Támesis. Asimismo, recorrió Italia y España. En la península Ibérica conocería a su segunda esposa, Hilda María.
Es debido a su cosmopolita vida, que 18 Sin Ti significa tanto para él. “Es una composición que la entienden y la lloran todos los que están en el extranjero. Habla de la cordillera, de la nostalgia, de lo de siempre, es muy bonita. Pero para los que están acá, no es lo mismo“.
Pero el tímido recibimiento de su tema en Chile, no lo desanimó, porque la máxima pasión de Ricardo Arancibia es y siempre ha sido la música. “Los instrumentos no hay que tocarlos, hay que amarlos”, dice con emoción y poesía- un arte que también lo fascina. Su veta de trovador continúa y desde el corazón declara su amor a la compañera de 6 cuerdas: “La guitarra (es uno de mis instrumentos favoritos) porque es la íntima: es la señora, es la amante, es la hermana, es la amiga, es todo. Con ella compongo, converso. La acaricio como si fuera una mujer, es la parte esotérica, femenina, de la verdadera libertad.”
El show debe continuar
El lado romanticón de Ricardo Arancibia no lo es todo, ya que pese a no ser humorista, quiere hacer reír ahora. Su música, entre folklore, boleros y cantejondo español, provoca lágrimas. Pero incansable, siempre anda buscando hacer cosas nuevas; asegura que debe seguir desarrollando genialidades. “Esto último que me ha pasado (¿Cuánto vale el Show?) ha sido como comenzar de nuevo.”
Este tema le produce sentimientos encontrados a Arancibia. Y no deja de ser extraño, ya que hace 15 años estuvo como artista invitado en ese mismo programa. Pero entiende las vueltas de la vida, y está conforme con su rol de participante. Sin embargo, esto ha significado que le sea muy difícil controlar su ego.
“Toqué con la Sinfónica de Inglaterra, con el Ballet Nacional de España, con Los Chalchaleros. Fui jurado Internacional del Festival de la Canción el ’84. Eso lo envanece a uno, pero el tiempo le enseña a uno que sólo sé que nada sé. He aprendido que el pasado es pasado y que el futuro se resuelve a sí mismo. Lo que vale es el aquí y el ahora. “
Con esta premisa, se vistió de humildad y fue a Chilevisión. Ahora, que ya pasó la primera ronda, avalado por una buena evaluación del esquivo Ítalo Passalacqua, está compitiendo para ganar el departamento, el premio del programa.
Gracias a los años y la experiencia que brinda la vida artística, Arancibia reflexiona: “El lado interior es más importante. Ese cosmos que camina conmigo dice Atahualpa (Yupanqui, músico argentino). He pasado hambre, grandes éxitos, pero todo pasa. Así es la vida del músico y hay que seguirla viviendo.”
martes, 5 de junio de 2007
La mujer tras el éxito en el SIMCE
Guacolda Peña, Jefa de Unidad Técnica Pedagógica del Liceo Parroquial San Antonio
La mujer tras el éxito en el SIMCE

Con 322 puntos promedio entre Lenguaje y Matemática, el colegio viñamarino se convirtió en el mejor particular subvencionado mixto de la ciudad, y el 18º en la región. Feliz con el logro, la profe nos habla de la fórmula para el éxito, y de su labor a cargo de los lineamientos educativos del colegio. Por lo mismo, se muestra preocupada y critica duramente el proyecto de la Ley General de Educación “Es que no hay soluciones”, dice.
La mujer tras el éxito en el SIMCE
Con 322 puntos promedio entre Lenguaje y Matemática, el colegio viñamarino se convirtió en el mejor particular subvencionado mixto de la ciudad, y el 18º en la región. Feliz con el logro, la profe nos habla de la fórmula para el éxito, y de su labor a cargo de los lineamientos educativos del colegio. Por lo mismo, se muestra preocupada y critica duramente el proyecto de la Ley General de Educación “Es que no hay soluciones”, dice.
Por Pedro Martínez Muñoz
Lleva más de 35 años como profesora y dice que “le encanta hacer clases”, que ser jefa de UTP, es algo anexo. Es una mujer pequeña, de sonrisa fácil, pero de un carácter fuerte, cuando tiene que dejar en claro un punto. Guacolda Peña es humilde al reconocer que los buenos resultados del Liceo Parroquial San Antonio, se deben un trabajo en equipo, y no solo a su gestión. Sin embargo, desde que está en el cargo, el liceo ha obtenido el Premio a la Excelencia Académica en 3 ocasiones, y el Certificado de Gestión en la Calidad de la Educación, algo que sólo 22 colegios en Chile tienen.
Con su suave voz recalca constantemente que la calidad la han formado y aumentado gracias a los contenidos propios, ya insiste que los que entregan el ministerio “son insuficiente, si se quiere llegar a una educación de calidad”. Esta es la historia de una profesora que ama su trabajo, y que no tiene pelos en la lengua.
¿En qué momento supo que quería ser profesora?
- Yo creo que desde siempre fijaté…desde cabra chica… bueno, no he crecido mucho (ríe, debido a su baja estatura). Yo vivía en el campo, en Quillota, y me juntaba con un montón de niños, y yo siempre era la profesora. Y después cuando ya estaba en el colegio, me gustaba mucho el área científica, y entré al Pedagógico, me fue… saqué bastante buen puntaje, pero esto era lo mío. A mi me gusta lo que hago.
Lleva más de 35 años como profesora y dice que “le encanta hacer clases”, que ser jefa de UTP, es algo anexo. Es una mujer pequeña, de sonrisa fácil, pero de un carácter fuerte, cuando tiene que dejar en claro un punto. Guacolda Peña es humilde al reconocer que los buenos resultados del Liceo Parroquial San Antonio, se deben un trabajo en equipo, y no solo a su gestión. Sin embargo, desde que está en el cargo, el liceo ha obtenido el Premio a la Excelencia Académica en 3 ocasiones, y el Certificado de Gestión en la Calidad de la Educación, algo que sólo 22 colegios en Chile tienen.
Con su suave voz recalca constantemente que la calidad la han formado y aumentado gracias a los contenidos propios, ya insiste que los que entregan el ministerio “son insuficiente, si se quiere llegar a una educación de calidad”. Esta es la historia de una profesora que ama su trabajo, y que no tiene pelos en la lengua.
¿En qué momento supo que quería ser profesora?
- Yo creo que desde siempre fijaté…desde cabra chica… bueno, no he crecido mucho (ríe, debido a su baja estatura). Yo vivía en el campo, en Quillota, y me juntaba con un montón de niños, y yo siempre era la profesora. Y después cuando ya estaba en el colegio, me gustaba mucho el área científica, y entré al Pedagógico, me fue… saqué bastante buen puntaje, pero esto era lo mío. A mi me gusta lo que hago.
¿Cuándo llega a trabajar al Liceo San Antonio?
- Llegué el año 1987, contactada para ser la Jefa de la Unidad Técnica Pedagógica. Me contactaron por mi esposo, porque el ya estaba desde el año 1974 (Carlos Peñaloza, inspector de la enseñanza básica).
¿Fue difícil tomar un cargo de responsabilidad en un lugar nuevo?
- Sí, en un principio sí, porque a pesar de que yo conocía a muchas personas porque mi esposo trabajaba aquí. Me costó porque es llegar a un cargo donde tú dependes de la confianza directa del rector, y yo a él lo había visto pocas veces, pero aquí estoy todavía. Al parecer les ha gustado mi trabajo, porque después cunado el colegio fue creciendo, me dieron más responsabilidades, porque yo estaba en la UTP de la básica y de la media, hasta que me quedé con la media, porque tenía que andar corriendo de 11 norte a Gómez Carreño.
Los consejos de la profe
Sin “dar cátedra” sobre el tema, la profesora Guacolda señala la importancia del apoyo de los padres y apoderados en el proceso educativo. Y con un henchido pecho me muestra los frutos de ese método, al poner en su computador, las diapositivas que muestran los excelentes resultados del colegio en el SIMCE: 311 puntos en Lengua Castellana y 337 en Matemáticas.
¿Cuál fue su primera reacción al conocer los resultados?
Bueno, de alegría, porque el SIMCE (Sistema de Medición de la Calidad de la Educación) es una prueba nacional, pero nosotros no seleccionamos la gente que va, como ocurre en otros colegios. No, acá nos rindieron 129 alumnos la prueba, o sea cursos completos y yo te digo que si tu ves superamos por mucho la media nacional, que es de 254 y 256.
¿Cuál es el principal mérito de esto?
Porque esto es bueno creo yo, porque es muy grande el universo de alumnos. Hay colegios que tienen 2 cursos, y es más fácil obtener mejores resultados. Hay colegios que tienen 25 y 40 alumnos en total…
No deja de extrañarme que un colegio que cobra 17 mil pesos de mensualidad – como ustedes- obtenga el mismo puntaje que el colegio Mackay- 322 puntos promedio-, que cobra 172 mil pesos ¿Cuál es la receta para lograr tan buenos resultados, con menos dinero?
El trabajo y la dedicación especial, porque no es todo dinero. La preparación que se va dando en el día a día, no dejar todo para el final, cuando se viene la PSU encima, y también los chiquillos, si también es el trabajo de ellos. Y los profesores…hay un trabajo en equipo en cada departamento.
¿Qué opinión le merece el proyecto de la Ley general de Educación?
Mira, yo creo que hay cosas que evidentemente hay que arreglar, pero habría que plantearlo de otra manera. Porque hay cosas que claro, o sea hay que evitar los colegios con fines de lucro, pero ojo, no se pueden echar a todos al mismo saco. Nosotros, por ejemplo, pagamos 17 mil pesos, entonces no se puede habla de lucro. Acá es súper claro, el lema de que tenemos un compromiso con los más necesitados, y le entregamos educación de calidad.
Usted, como responsable directa de quién y quién no entra la Liceo ¿Cree que debería continuar la selección de estudiantes en la enseñanza básica?
Lo que pasa es que debemos saber si la gente que postula, cumplen con los requisitos mínimos para mantenerse en el liceo.
Es contraria entonces a lo que presenta la ley…
¡Es que no hay soluciones! Te están diciendo “Haga un sorteo”. Entonces, olvidamos que el colegio y los apoderados se eligen mutuamente, y tiene derecho a hacerlo. Todos tienen derecho a estudiar también, pero deben adecuarse a los que uno les pide, que no es nada del otro mundo porque exigimos lo que pide el MINEDUC. Además nosotros tenemos programas propios que van más allá, y son esos programas los que nos han permitido tenerla calidad que tenemos. Los contenidos del ministerio son insuficientes, si se quiere llegar a una educación de calidad.
“Me gustaría enseñar mucho tiempo más”
Este anhelo de la profesora de Química del Liceo San Antonio, es absolutamente entendible. Ella ama su trabajo, le gusta entregar lo que sabe, y realmente no se ve haciendo otra cosa. No encuentra que haya otro trabajo que entregue tanto, y todos los días.
¿Cuáles son las más grande satisfacciones que ha vivido en esta profesión?
Cuando un alumno llega y me dice: “Profe, me titulé”. Y te dicen que se han acordado de ti, que conmigo han aprendido cosas, que en la universidad no les habían enseñado. Esa es una gran satisfacción, saber que lo que yo les he entregado, les ha servido.
¿Hasta qué momento le gustaría hacer clases?
Uff… ahí hay una pregunta difícil de contestar. Yo soy jefa de UTP, pero lo que yo hago es enseñar. A mi me encanta hacer clases. A pesar de que soy exigente, siento buena recepción de los alumnos. Me gustaría enseñar por mucho tiempo más, pero también retirarnos con Carlos, mi marido, a vivir al campo.
- Llegué el año 1987, contactada para ser la Jefa de la Unidad Técnica Pedagógica. Me contactaron por mi esposo, porque el ya estaba desde el año 1974 (Carlos Peñaloza, inspector de la enseñanza básica).
¿Fue difícil tomar un cargo de responsabilidad en un lugar nuevo?
- Sí, en un principio sí, porque a pesar de que yo conocía a muchas personas porque mi esposo trabajaba aquí. Me costó porque es llegar a un cargo donde tú dependes de la confianza directa del rector, y yo a él lo había visto pocas veces, pero aquí estoy todavía. Al parecer les ha gustado mi trabajo, porque después cunado el colegio fue creciendo, me dieron más responsabilidades, porque yo estaba en la UTP de la básica y de la media, hasta que me quedé con la media, porque tenía que andar corriendo de 11 norte a Gómez Carreño.
Los consejos de la profe
Sin “dar cátedra” sobre el tema, la profesora Guacolda señala la importancia del apoyo de los padres y apoderados en el proceso educativo. Y con un henchido pecho me muestra los frutos de ese método, al poner en su computador, las diapositivas que muestran los excelentes resultados del colegio en el SIMCE: 311 puntos en Lengua Castellana y 337 en Matemáticas.
¿Cuál fue su primera reacción al conocer los resultados?
Bueno, de alegría, porque el SIMCE (Sistema de Medición de la Calidad de la Educación) es una prueba nacional, pero nosotros no seleccionamos la gente que va, como ocurre en otros colegios. No, acá nos rindieron 129 alumnos la prueba, o sea cursos completos y yo te digo que si tu ves superamos por mucho la media nacional, que es de 254 y 256.
¿Cuál es el principal mérito de esto?
Porque esto es bueno creo yo, porque es muy grande el universo de alumnos. Hay colegios que tienen 2 cursos, y es más fácil obtener mejores resultados. Hay colegios que tienen 25 y 40 alumnos en total…
No deja de extrañarme que un colegio que cobra 17 mil pesos de mensualidad – como ustedes- obtenga el mismo puntaje que el colegio Mackay- 322 puntos promedio-, que cobra 172 mil pesos ¿Cuál es la receta para lograr tan buenos resultados, con menos dinero?
El trabajo y la dedicación especial, porque no es todo dinero. La preparación que se va dando en el día a día, no dejar todo para el final, cuando se viene la PSU encima, y también los chiquillos, si también es el trabajo de ellos. Y los profesores…hay un trabajo en equipo en cada departamento.
¿Qué opinión le merece el proyecto de la Ley general de Educación?
Mira, yo creo que hay cosas que evidentemente hay que arreglar, pero habría que plantearlo de otra manera. Porque hay cosas que claro, o sea hay que evitar los colegios con fines de lucro, pero ojo, no se pueden echar a todos al mismo saco. Nosotros, por ejemplo, pagamos 17 mil pesos, entonces no se puede habla de lucro. Acá es súper claro, el lema de que tenemos un compromiso con los más necesitados, y le entregamos educación de calidad.
Usted, como responsable directa de quién y quién no entra la Liceo ¿Cree que debería continuar la selección de estudiantes en la enseñanza básica?
Lo que pasa es que debemos saber si la gente que postula, cumplen con los requisitos mínimos para mantenerse en el liceo.
Es contraria entonces a lo que presenta la ley…
¡Es que no hay soluciones! Te están diciendo “Haga un sorteo”. Entonces, olvidamos que el colegio y los apoderados se eligen mutuamente, y tiene derecho a hacerlo. Todos tienen derecho a estudiar también, pero deben adecuarse a los que uno les pide, que no es nada del otro mundo porque exigimos lo que pide el MINEDUC. Además nosotros tenemos programas propios que van más allá, y son esos programas los que nos han permitido tenerla calidad que tenemos. Los contenidos del ministerio son insuficientes, si se quiere llegar a una educación de calidad.
“Me gustaría enseñar mucho tiempo más”
Este anhelo de la profesora de Química del Liceo San Antonio, es absolutamente entendible. Ella ama su trabajo, le gusta entregar lo que sabe, y realmente no se ve haciendo otra cosa. No encuentra que haya otro trabajo que entregue tanto, y todos los días.
¿Cuáles son las más grande satisfacciones que ha vivido en esta profesión?
Cuando un alumno llega y me dice: “Profe, me titulé”. Y te dicen que se han acordado de ti, que conmigo han aprendido cosas, que en la universidad no les habían enseñado. Esa es una gran satisfacción, saber que lo que yo les he entregado, les ha servido.
¿Hasta qué momento le gustaría hacer clases?
Uff… ahí hay una pregunta difícil de contestar. Yo soy jefa de UTP, pero lo que yo hago es enseñar. A mi me encanta hacer clases. A pesar de que soy exigente, siento buena recepción de los alumnos. Me gustaría enseñar por mucho tiempo más, pero también retirarnos con Carlos, mi marido, a vivir al campo.
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